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Episodio #8 Niño - centrista

Criar desde una mirada niño-centrista es una elección. Una que incomoda, que no siempre encaja, que muchas veces se cuestiona. Pero es también una forma de honrar la infancia. De respetarla.

Para mí, poner al bebé en el centro no es hacerlo el dueño de la casa ni borrarnos a nosotras del mapa. Es observarlo con atención. Escuchar lo que todavía no puede decir con palabras. Confiar en sus ritmos. Preguntarnos qué necesita realmente, no qué nos gustaría que necesitara.

Y eso implica muchas cosas:
Implicó, por ejemplo, diseñar cada producto de Mini Mun desde esa mirada. Bolsas que respeten el cuerpo del bebé, trajes que acompañen sus movimientos, tejidos que no irriten, contención que no limite. No se trata de estética o moda, sino de bienestar real.

Pero también implica —y esto me parece igual de importante— revisar nuestras propias expectativas. Lo que el mundo espera de un bebé “bueno”, de una madre “eficiente”, de una crianza “equilibrada”.
La infancia no entra en esas categorías. Es intensa. Es desbordante. Y no se trata de corregirla, sino de acompañarla.

No estoy hablando de sacrificarlo todo. Estoy hablando de comprender los momentos. De saber que esta etapa es corta pero decisiva. Que los vínculos que tejemos ahora tienen impacto para toda la vida. Que el cuidado no se negocia. Y que cuidar bien también implica pedir ayuda, poner límites, sostenerse en otros.

Porque lo que agota no es el bebé. Lo que agota es la soledad. La falta de red. El no tener a nadie que nos mire a nosotras con el mismo nivel de atención con el que miramos a nuestros hijos.

 

Criar desde una mirada niño-centrista no es criar en contra del mundo. Es criar a pesar del mundo. Y tal vez, un poquito, para transformarlo.