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Las frases que más me dolieron

Durante los primeros meses de mi hija, lo que más me costó no fueron las pocas horas de sueño… sino lo que me decían cuando intentaba hablar de eso.

“Debe ser porque la tenés mucho en brazos.”
“Si la dejás llorar un poco, aprende.”
“Lo estás malcriando.”
“Tenés que ponerle límites, o se te va a subir a la cabeza.”

En vez de alivio, esos comentarios me cargaban de más culpa, de inseguridades. Me hacían pensar que algo estaba mal conmigo, que yo era débil, que no sabía criar. Lo que no entendía entonces —y que hoy quiero compartir— es que muchas veces, esos mensajes vienen de una crianza desactualizada, de una mirada que ve el sueño como algo que se impone, no como algo que se acompaña.

Y mientras me juzgaban por tenerla “a upa todo el día”, lo único que mi hija necesitaba era eso: estar a upa. Dormir cerca. Sentirse segura.

Porque el sueño infantil no se entrena. Se construye con calma, con tiempo, con presencia. Y sí, con muchas noches difíciles. Lo que yo necesitaba oír no era una receta mágica, ni una solución apurada. Necesitaba una voz amiga que me dijera:

👉 “Es normal que te sientas cansada.”
👉 “No estás sola.”
👉 “Tu instinto vale más que cualquier consejo no pedido.”
👉 “Tu bebé no necesita dormir como el de nadie más.”
👉 “Estás haciendo lo mejor que podés.”

A veces, lo más revolucionario es hacernos caso. Criar desde el cuerpo, desde el vínculo, desde el amor. Y aprender a poner en pausa lo que duele, para escuchar lo que realmente importa.